
Soledad¿Y si la soledad no fuera ausencia, sino descubrimiento?Soledad
Un día miré a mi alrededor y me di cuenta de algo que nunca había querido aceptar: estaba sola.
No había una agenda llena, ni compromisos interminables, ni esa carrera constante por quedar bien con todos.
De repente, ya no estaba rodeada de gente… y, curiosamente, tampoco lo necesitaba.
Descubrí que vivía desbordándome por los demás, entregando tiempo, energía y amor a quienes solo pensaban en su propia historia. Y entendí que la recompensa nunca vendría de ellos.
La vida, el universo, Dios —como quieras llamarlo— siempre devuelve, pero no necesariamente a través de quienes reciben tu entrega.
En medio de ese silencio externo, pude escuchar lo que realmente importaba: mi núcleo familiar, ese que sin darme cuenta estaba dejando a un lado por estar ocupada “haciendo cosas increíbles” que, para muchos, ni siquiera tenían valor.
Ahí entendí que el ego debía pasar a segundo plano.
Ya no me importaba la opinión ajena, ni ser estrella ni estrellada.
Porque al final, todo depende del significado que yo misma le doy a las cosas.
Durante años escribí sobre el egoísmo humano, los paradigmas heredados, las programaciones que pasan de generación en generación. Y un día, casi sin avisar, descubrí que todo es modificable, que nadie puede ser juzgado por pensar distinto, porque cada persona defiende la verdad que lleva en su interior.
Cada quien es un universo de creencias formadas por su historia, su crianza, sus heridas.
Y entonces entendí algo más profundo:
conocer, escuchar y observar… ahí está la verdadera conexión humana.
Ponerse en los zapatos del otro.
Aceptar que somos diferentes, simplemente porque existimos.
Con el tiempo, comprendí que la soledad no era un castigo, sino una elección.
Una etapa de madurez en la que decides qué quieres vivir y con quién quieres caminar.
Una oportunidad para ver más allá de las creencias heredadas y avanzar si así lo eliges.
Hoy sé que la soledad no era estar sin gente…
Era estar conmigo, en paz, en silencio, escuchando mi propia voz decirme hacia dónde quiero ir.
Y eso, descubrí, también es felicidad.
